La Perpignan napoleónica: tropas, tabaco y una ciudad al límite

Una ciudad militar, otra vez

Bajo Napoleón, Perpiñán se convirtió en lo que siempre había amenazado con convertirse: una ciudad militar en toda regla. La ubicación estratégica de la ciudad, cerca de la frontera española, la convirtió en una guarnición natural y las tropas llegaron en oleadas, llenando los cuarteles, los claustros de las catedrales e incluso las casas particulares.

La ciudadela y el Castillet se reforzaron y se utilizaron para almacenar municiones, mientras que las calles resonaban con el ruido de las botas de los soldados y las tiendas locales hacían fortuna vendiendo vino, pan y tabaco a los reclutas franceses.

Jóvenes locales con uniformes imperiales

Cientos de jóvenes de Rosellón fueron reclutados por los ejércitos de Napoleón, a menudo contra su voluntad, y enviados a luchar a Italia, Austria y Rusia.

La guerra de al lado: 1808

En 1808, Napoleón invadió España, dando comienzo a la brutal Guerra de la Independencia. Perpiñán se convirtió en base de suministros y centro hospitalario para las tropas francesas que se desplazaban hacia el sur. Los soldados heridos llenaban las clínicas improvisadas en monasterios y capillas, mientras que las tabernas se desbordaban de oficiales.

Tabaco, seda y contrabandistas

Con España bajo la ocupación francesa y la marina británica bloqueando los puertos, el contrabando se disparó. Las colinas y valles alrededor de Perpiñán se llenaron de figuras sombrías que transportaban tabaco, seda, brandy y sal a través de los Pirineos.

Los funcionarios de Perpiñán se llevaban una parte de los beneficios del contrabando y las bóvedas subterráneas y bodegas de la ciudad se convirtieron en pasadizos y refugios. La leyenda del contrabandista L'Enganyós («El Embaucador») cuenta que un hombre de la zona cavó un pasadizo secreto desde su bodega hasta Le Boulou y evadió a los funcionarios de aduanas durante años.

La visita de Napoleón... casi

No hay constancia fehaciente de que Napoleón visitara Perpiñán, aunque su ejército y sus administradores pasaban por allí constantemente. Los lugareños se prepararon para una posible visita en 1809 y se limpió la plaza Arago, se izaron banderas y se abastecieron las panaderías con panes imperiales, pero él nunca llegó.

Dicho esto, un misterioso oficial que llegó bajo fuerte custodia, pasó una noche en una villa de la Rue Mailly y se marchó antes del amanecer, y algunos historiadores creen que se trataba del propio Napoleón.

Colapso y regreso: 1814

En 1814, el sueño napoleónico se desmoronaba y las guerrillas españolas acosaban las líneas de suministro francesas, los británicos avanzaban hacia el norte y el ejército de Napoleón se dispersaba. Las tropas de Perpiñán fueron retiradas, los hospitales se vaciaron y las calles volvieron a quedar en silencio.

Cuando Napoleón abdicó en 1814, no hubo disturbios en Perpiñán. Los Borbones regresaron y, con ellos, los sacerdotes, los nobles y las antiguas ceremonias.